Imagine la escena: es tres de julio del 2006 por la noche, está usted sentado cómodamente viendo el televisor esperando conocer los últimos resultados de los comicios acaecidos del día anterior, se observa una mesa de análisis preparada por un medio con analistas que intentan desenmarañar el proceso electoral y en ese momento hacen una pausa para indicar los datos del último conteo, “el candidato del partido X va a la cabeza con tal porcentaje de votación…”. Usted se pone contento o triste dependiendo de por quién haya votado, apaga el televisor y se va a dormir. ¡Pero espere, no se vaya a dormir todavía! Antes de ello haga la siguiente reflexión.

La participación es el acto de involucrarse en el desarrollo de una actividad o proyecto. En este caso, nos hemos involucrado en el proceso electoral, que generó distintas áreas de acción y su clímax fue la votación del dos de julio. Sin embargo, el proceso de construcción de un país no termina con asistir a la urna, contar votos, declarar a un ganador y tener un nuevo Presidente y representantes; el voto es un pequeño acto en el conjunto de acciones necesarias para la consolidación del futuro de nuestro país.

La participación es acción, es movimiento; implica ser asertivos, propositivos, creativos, responsables. Participar es generar soluciones desde nuestro espacio, desde nuestro pequeño universo, desde nuestro quehacer cotidiano; es nuestro derecho y obligación participar en el desarrollo y construcción de nuestro país.

La participación genera cambios, da resultados. Si no lo cree recuerde la gran movilización y participación de la sociedad en su conjunto ante el desastre natural del terremoto de 1985 que devastó la Ciudad de México, ante los huracanes Gilberto, Stan y Wilma o busque a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan arduamente generando bienestar y cambio en su campo de acción.

Ahora, un ejemplo del porqué la participación va más allá de un solo acto, como votar o manifestarse y de por qué es necesario que permee en nuestras actividades cotidianas hasta llegar a ser un estilo de vida: la marcha ciudadana en contra de la delincuencia y la impunidad en 2004. Manifestarse no fue suficiente para solucionar el problema de inseguridad y de impunidad, tendría que haberse generado conciencia en cada uno de los ahí convocados del papel y responsabilidad que tenían en el problema, de la necesidad de generar soluciones. No fue así, y continuamos esperando a que el gobierno garantice seguridad y acabe con la corrupción, mientras nuestras acciones y actitudes cotidianas dejan mucho que desear y el gobierno hace poco o nada.

La participación es un valor de la democracia que debe ser practicado y defendido; resulta irresponsable si nos conformamos sólo con la emisión de nuestro voto, ello manifiesta la ausencia de conciencia cívica de valores democráticos.

En el momento actual, es intolerable e inaceptable que nos escudemos detrás de un voto, o en decir que no sirve de nada, que no asumamos la parte de acción y responsabilidad que nos toca y sigamos esperando que llegue otro a realizar el ideal de un México distinto. México no puede ser mejor que la suma de mexicanos y sus acciones.

Publicado en Signo de los Tiempos. Año XXII N. 156, Julio de 2006, pag. 6.

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