Soñamos muchas cosas: tener una relación de pareja sana, una vida profesional interesante, el trabajo ideal, la casa increíble con todo aquello que nos gusta, una familia amorosa y nutricia, una cuenta bancaria que nos permita dormir tranquilos, un cuerpo no sólo funcional sino atractivo y un largo etcétera.

Pero ¿estamos disponibles para todo eso que soñamos? ¿Qué tan dispuestos estamos a trabajar para alcanzar nuestros sueños y hacer lo posible por realizarlos? Porque soñar no cuesta nada pero alcanzar los sueños ya es otra cosa y vivirlos es muy distinto.

Soñamos con tener una relación de pareja sana pero no nos conocemos, no trabajamos en tener una comunicación asertiva, en ser empáticos, en resolver nuestros asuntos pendientes con el pasado, no queremos compromisos a largo plazo, creemos en que no tenemos ninguna responsabilidad afectiva con la gente con la que nos relacionamos y nos portamos de forma poco respetuosa y cruzamos límites, tonteamos o flirteamos con varias personas al mismo tiempo y si encontramos a alguien que nos gusta bastante (y que nos corresponde) salimos corriendo.

Soñamos con una vida profesional y laboral interesante pero no nos trazamos metas a corto, mediano o largo plazo, no nos capacitamos constantemente, no nos damos tiempo para leer más de temas relacionados o desarrollar nuevas habilidades, y si aparece la oportunidad laboral que nos puede catapultar a otros espacios nos achicamos y decimos que mejor no.

Soñamos con una cuenta bancaria que nos permita tener tranquilidad financiera, una casa, viajes, gustos y lujos y sin embargo no nos formamos en finanzas personales, gastamos para nuestro yo presente y nos olvidamos del yo futuro, y preferimos consentirnos y apapacharnos ahora, que sumar recursos para alcanzar esas metas.

Soñamos con una salud física envidiable pero nos da flojera hacer al menos 30 minutos de ejercicio diario, nos pesa dejar los productos industrializados y si tenemos tiempo y los recursos para ejercitarnos y comer sanamente no los aprovechamos y preferimos todo menos eso.

Y así con todo lo que soñamos (ponle nombre).

Entonces, ¿queremos o no queremos? ¿Estamos dispuestos y disponibles para la vida que soñamos o no? ¿O es que sólo soñamos para pasar el rato?

Soñar sin trabajar para alcanzar lo que soñamos esperando que simplemente algún día suceda nos resta energía y puede ser causa de frustración y amargura, incluso podríamos llegar a pensar que no merecemos eso que deseamos o que la vida está en contra nuestra.

A los sueños hay que invertirles energía, tiempo, recursos, tomar decisiones, dejar cosas de lado, estar dispuestos a decir que no a ciertas propuestas; seamos honestos con nosotros y preguntémonos ¿qué tan dispuestos estamos a ello? y ¿qué tan disponibles estamos para vivirlos?

 

Publicado en galuvi.com (junio 24, 2020)

Escrito por

Write A Comment

Pin It