Seguimos en contingencia por el Covid-19, a estas alturas ya hemos pasado por casi todos los estados de ánimo y en nuestra imaginación parece que no tiene fin esta situación que ha rebasado cualquier cálculo o expectativa. Nunca en nuestras planeaciones consideramos algo de esta magnitud.
Estando tan acostumbrados a vivir en el exterior y en el ritmo tan acelerado de la sociedad capitalista parecía que teníamos infinidad de opciones entre las cuales podíamos elegir para construir la vida ideal que soñáramos tener.
Ahora nuestras opciones se ven limitadas por el tema de preservar la salud e incluso la vida, y las prioridades han tenido que cambiar, llevándonos al alejamiento y el resguardo en nuestros hogares.
Es en esos espacios, en los que pasábamos realmente poco tiempo, dadas las actividades laborales, escolares, sociales, de esparcimiento y las grandes distancias que teníamos que recorrer para llevarlas a cabo, que ahora nos encontramos perdidos, malhumorados, fastidiados y hasta insatisfechos. Es que no nos hallamos en casa, hemos pasado mucho tiempo construyendo una vida fuera de ella, incluso, fuera de nosotros mismos.
Quizás este sea un momento que pudiéramos aprovechar para crecer como las plantas de interior, que utilizan sus pocos recursos y aún así son muy resistentes, hasta para el más inexperto cuidador.
Se me ocurre que podríamos arreglar nuestros espacios como si nos fuéramos a quedar mucho más tiempo en ellos (en realidad no sabemos cuándo acabará esto ni de qué forma), de tal modo que viviéramos enamorados de nuestro lugar, disfrutando de todo aquello que nos rodea y propiciando una atmósfera adecuada para nuestra salud mental, a pesar del encierro. Darnos el tiempo para reflexionar sobre aquello a lo que no le habíamos prestado ni atención ni tiempo para crecer o mejorar y aprovechar el espacio (obligatoriamente) regalado para ahora si invertirnos. (¿Qué es lo que puedes hacer por ti sin salir de casa?)
¿Qué pasaría si nos dejáramos florecer en nuestro hogar? ¿Si soltáramos la urgencia de salir, si nos permitiéramos realmente vivir (y no sólo sobrevivir) y apropiarnos de nuestros espacios y no sólo pernoctar en ellos? ¿Qué pasaría si tuviéramos la certeza de que en el lugar en el que nos encontramos es en el que podemos crecer?
Tal vez encontraríamos un poco de paz que nos permita calmar la ansiedad del qué sucederá mañana y de la imposibilidad, por el momento, de planear a futuro, y quizás cuando salgamos, nos encontremos más fuertes.
Publicado en galuvi.com (julio 30, 2020)