Escrito por

Déborah Buiza G.

Browsing

A finales del año pasado una pequeña remodelación se convirtió en un caos de meses, y aún no termina, yo en un primer momento pensé que podría hacerlo sola ¿qué ciencia puede tener pintar un muro? Desde mi ignorancia, a mí me parecía una tarea realmente sencilla pero en manos del especialista se descubrió que necesitaba algo más que pintura y que era algo que definitivamente una mano inexperta, aunque entusiasta y con youtube, no podría resolver.

“Somos un equipo señora” me dijo el fumigador después de poner sus productos por toda la casa con el propósito de deshacernos de unos pequeños insectos que había encontrado unos días antes y para lo cual me había dado la instrucción de sacar absolutamente todo de la cocina y limpiar a fondo, ya que de otra forma no funcionaría, y él no se iba a arriesgar a que no funcionara.

Recientemente acudí con la ortopedista y después de una cuidadosa revisión indicó una serie de medicamentos que me han quitado el dolor que he tenido en el cuerpo durante años, años dolorosos que podrían haberse evitado si hubiera acudido al especialista correcto al primer momento de molestia.

Hace un par de semanas mi hijo el pequeño tuvo un accidente con el agua caliente que lastimó severamente su piel, acudimos con la dermatóloga y seguimos el tratamiento que recomendó, casi no queda huella del incidente, me queda claro que de otra forma ahí estaría la marca de por vida.

¿Por qué solemos darle vueltas al asunto antes de acudir al especialista correcto?

La vida tiene hermosas planicies y valles, y también montañas escarpadas; días soleados en color de rosa y olor a café recién preparado o a tierra mojada por el rocío de la mañana, y también días en los que se complican las cosas de tal forma que cada paso resulta un tropiezo y terminas tirado en el suelo.

¿Qué haces cuando la vida te ha golpeado, tirado, arrastrado y dejado malherido en el piso?

¡Levántate!

No siempre es sencillo, en ocasiones es profundamente doloroso o requiere mucho tiempo, esfuerzo y energía, pero puede ser más llevadero si cuentas con una red que te sostenga, un alguien que te eche porras, te anime, te espere pacientemente en lo que recuperas fuerzas para levantarte, o está cerca de ti quien tenga el kit de primeros auxilios para rodillas, tobillos, pies y corazones lastimados.

Hace un año, cuando la expectativa ante la contingencia por COVID-19 era guardar una cuarentena, muchos memes se hicieron señalando aquellas actividades que podrían realizarse al estar en casa, una fantasía que se estampó contra la realidad del confinamiento.

Y es que estar en casa resultó algo muy diferente de lo que se había imaginado; al paso de los meses, nos ha revelado no sólo la insuficiencia de los espacios físicos sino nuestros vacíos, necesidades y deseos más profundos.

Así, al paso de los días, fue inevitable echar un vistazo a la casa y a nuestro interior para darnos cuenta de quiénes somos e imaginar quiénes podemos llegar a ser.

Incuantificables son las horas que pasamos en labores de trabajo, limpieza, orden, organización, cuidados, descartes, desvibraciones tanto del espacio físico como del mental y el emocional.

Días en los que parecía que todo iba más o menos encarrilado y, otros, totalmente descarrilado… Y, de nuevo, intentando llevar a buen puerto las cosas.

Se pensaba en un mes, que se convirtió en un año… y aquí seguimos. ¿Cómo lo hemos hecho?

En la columna pasada reflexionaba sobre el antes de que el cuerpo se enferme, sobre esas señales que te envía el cuerpo para procurarlo y la importancia de conocernos para saber cómo cuidarnos. Hoy quiero ponerte sobre la mesa el momento en el que el cuerpo se encuentra enfermo y requiere atención.

Todas las enfermedades tienen su historia, evolución y tratamiento, y con frecuencia siendo pacientes desconocemos mucho de lo que nos sucede al enfermar, no siempre buscamos al especialista adecuado, ni nos apegamos al tratamiento que requerimos para superar ese momento, e incluso vamos más allá, nos sobre exigimos el “estar bien” o el continuar en operación de nuestras actividades, aún enfermos.

Si bien, mantener una actitud positiva ante la enfermedad es fundamental en la recuperación, hay quienes promueven y se mantienen en un estado “como si” no estuvieran pasando por la experiencia de la enfermedad, y ¿no sería esto una especie de desconexión o de auto maltrato que valdría la pena valorar y revisar? ¿Qué sucedería si aceptamos que somos humanos y que enfermarnos es parte de serlo?

– ¡Pss! ¡Pss! ¡Me duele mucho, desde el cuello hasta la cintura; traigo mucho peso cargando!-, dijo la espalda.

– Eso que piensas una y otra vez ¡me está estallando!-, dijo la cabeza.

– ¡No puedo caminar más, me aprietan demasiado!-, dijeron los pies.

– ¡No puedo digerir todo eso!-, dijo el estómago.

– Todo lo que quisiste decir… y no dijiste… se me quedó atorado-, dijo la garganta.

– Este lugar no es seguro para nosotros ¡salgamos de aquí!-, dijo ese espacio entre el pecho y el estómago.

Si tu cuerpo pudiera hablar ¿qué te diría?… ¡Oye! El cuerpo sí te habla, sólo que no siempre le prestamos atención a lo que dice y lo dejamos para después, como si no fuera importante, y es que andamos siempre con prisa atendiendo otros asuntos.

Nuestro cuerpo tiene su propia voz y nos indica lo que necesita, lo que le gusta y lo que no le gusta; como un auto, tiene sus indicadores y sus alertas encendidas cuando requiere atención y mantenimiento. Tú ¿conoces la voz del tuyo?

¿Has escuchado la canción de “Lo noto” de los Hombres G? dice algo como: “lo noto, sé que nos pasa algo, aunque selles tus labios el mal rollito entre los dos lo noto… -sé que no estoy loco y lo noto… aunque tú me lo niegues no queda más que nieve… noto que mi corazón, no sé, no va… ya se va acabando el aire entre nosotros y lo noto…”, y así en ocasiones nos encontramos en lugares, relaciones o situaciones en las que el ambiente se ha enrarecido; algo ha pasado, se nota, pero a veces uno mira para otro lado; a veces es que no es muy claro lo que está sucediendo y sólo es una sensación de que algo está pasando, pero quizá ya es momento de irse.

¿Cuántas veces nos hemos quedado más de lo esperado? No nos vamos hasta que es insoportable la permanencia e insostenible la convivencia; “invertimos” bastante tiempo y energía buscando “buenas” razones para quedarnos; estiramos lo más que podemos los recuerdos gratos; nuestro buscador de esperanza se activa e intenta localizar pequeñas acciones, detalles o momentos que puedan dar “vida” y proporcionar un poco más de esa experiencia, porque de algún lado aprendimos que “aquí nadie renuncia” y que “hay que hacer todo y dar todo para que no quede en uno”, aunque eso no dé para más desde hace tiempo.

Recientemente, mi hijo mayor participó en un taller en línea sobre emociones. Me pareció que, en las condiciones que vivimos por la contingencia sanitaria, contar con un espacio donde pudiera aprender a identificar sus emociones y hablar de ellas podría ser una buena herramienta, no sólo para este momento, sino para la vida.

Resultó algo realmente significativo, no sólo para él, sino para mí, pues me hizo reaccionar sobre un aspecto que durante este tiempo se ha olvidado: la alegría.

En la película Intensamente, el personaje Alegría es una chica que derrocha energía: siempre alegre, con pensamientos y actitud positivas, en movimiento constante y sin rendirse, a pesar de las pruebas. Es como una pila que transmite carga o un foco sonriente que alumbra. ¿Recuerdas algún momento en que te sintieras así?

Desconozco si en otro tiempo, en tan pequeño lapso, se habían dicho tantas condolencias, tantas palabras tratando de brindar algo de consuelo ante la pérdida de un ser amado, un amigo, un familiar, un compañero de trabajo; no sé si antes se han hecho tantas oraciones, se han pedido tantas bendiciones, y se han elevado tantos pensamientos por aquellos que han partido y más, por aquellos que se han quedado en el desamparo y la soledad.

¿Qué hacer ante la pérdida de las personas que han compartido con nosotros el camino? ¿Cómo acompañarnos en un momento en el que pareciera que todos van teniendo una ausencia? ¿Qué hacemos con ese “vacío” que deja la pérdida?

Desde aquellos días en los que San Valentín se opuso a la orden de prohibir los matrimonios para los jóvenes y continúo celebrando matrimonios en secreto, o de aquellos en los que se inició la comercialización de la celebración del amor, a este febrero en medio de una pandemia, muchas cosas han ido cambiando en torno a las relaciones amorosas, y es que el ser humano es así, dinámico. Hoy resulta importante plantearnos qué tipo de interacciones queremos en nuestra vida e ir construyendo relaciones más sanas.

En nuestro beneficio, por nuestra salud mental y emocional, valdría la pena revisar las creencias que tenemos respecto al amor y a las relaciones de pareja, sobre todo aquellas que han dado pie a normalizar y romantizar el maltrato y que se convierten en una especie de telaraña de la cual en muchas ocasiones es muy complicado salir, una vez atrapado en ella.

Quizá es radical pensar en eliminar de tajo y sin miramientos aquellas relaciones que no aportan y que generan intranquilidad, pesar, inestabilidad, incertidumbre, tristezas y más dudas que alegrías, simplemente porque roban energía, tiempo, espacio y recursos que son limitados, y porque influyen en la calidad de vida que tenemos. Una mala relación puede impactar brutalmente en la vida de una persona, hasta dejarlo devastado.

Pero, ¿cómo saber que la relación en la que estamos puede no sólo no ser positiva sino ponernos en riesgo?

¡Banderas rojas!

Soy de esa generación que cuando fui bebé mi mamá me llevó a vacunar, ella no dudó si había que hacerlo o no. A las personas que conozco sus papás los vacunaron. Somos esa generación con padres y abuelos que ahora están en riesgo y que la vacuna podría hacer una diferencia entre todo este caos.

Por algún lado es necesario empezar, por el personal del sector salud que han dado todo y más en esta contienda, y después nuestros adultos mayores. Muchas cosas se tendrán que resolver pero sin duda será un respiro en las preocupaciones saber que nuestros padres y abuelos están vacunados. Hay una frase que reza algo como “uno como quiera pero ¿y las criaturas?” y hoy podríamos decir que “uno como quiera pero ¿y los abuelos?

Pin It