Escrito por

Déborah Buiza G.

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Felicidad instantánea, a corto o largo plazo, artificial o profunda. Ser feliz o infeliz como decisión y estilo de vida, como si total y absolutamente estuviera en nuestras manos. Bebidas felices, canciones felices, chocolate, buen sexo y vacaciones para ser feliz. Yoga para la felicidad, correr te hace feliz y la terapia puede ayudarte a encontrar el camino hacia la felicidad. Alimentos felices, pastillas y aceites esenciales para sentirse feliz. Frases, mantras y ciencias de la felicidad. Decoración, orden y organización para ser más feliz.

Ideas de antes para ser feliz: estudia, consigue un buen trabajo, gana dinero, compra una casa, ten una familia, jubílate, viaja. Ideas de ahora para ser feliz: estudia si quieres (pero eso sí no dejes de leer siempre), emprende, arriésgate, viaja, viaja y viaja, enamórate, ten hijos o no, viaja, viaja y viaja. Casarse para ser feliz. Divorciarse para ser feliz. Tener hijos para ser feliz o no tenerlos por el mismo fin.

Vivimos en una época en la que ser feliz es casi una obsesión, con tantas cosas y oportunidades uno llegaría a pensar que si no lo es simplemente es porque o es muy tarugo o de plano no quiere serlo. Quizá el asunto no es tan fácil pero tampoco tan difícil.

“Pero unas personas valen para unas cosas y otras para otras.
Hay quien vale para el maratón, quien vale para el golf y quien vale para las apuestas”.
H. Murakami.

En diversas circunstancias recurrimos a la comparación con los demás. Vas por la calle y te encuentras con algún conocido de otra época de tu vida. Te enteras de lo bien o mal que le está yendo a alguien cercano. Te cuentan de como la está pasando algún ex. Y entonces, sin quererlo pero tampoco sin detenerlo mucho, empieza ese proceso de evaluarnos en comparación con lo que sabemos de esa persona o de lo que ha conseguido (para bien o para mal).

A veces de esas “reflexiones” salimos bien librados y podemos hasta sentirnos aliviados, a veces no, y entonces puede irse filtrando una pequeña duda, una descalificación y la desaprobación a nosotros mismos. Se dice que las comparaciones nunca son buenas, sin embargo muy a nuestro pesar, aún siguen siendo inevitables. Quizás es una condición humana el observar a los demás y “medirse” bajo esos criterios, el resultado dependerá de nuestro ego, autoestima y de la filosofía de vida que tengamos, entre otros factores.

¿Cuántos días llevamos viviendo (o sobreviviendo) en la contingencia por el Covid-19? Algunos llevan un registro detallado de sus días, otros a estas alturas ya perdieron la cuenta o simplemente ya quisieran pasar del tema. Hoy sentimos que ha pasado muchísimo tiempo, y sin embargo, aquí seguimos, sin ver la luz al final del túnel.

Cuando las cosas parecen ir mal y sentimos que ya ha sido demasiado, nuestras fuerzas pueden flaquear y la frustración nos hace mirar las cosas a través de una lupa de aumento que potencia lo negativo, como hilo de media se va un pensamiento detrás de otro en el que los resultados por lo general son catastróficos. Esta es una opción.
Cambiar de perspectiva en relación con lo que vivimos nos permite observar otros aspectos de la misma situación, y con ello la posibilidad de liberar tensión o resolver de manera creativa algunos problemas. Esta es otra opción.

Seguimos en contingencia por el Covid-19, a estas alturas ya hemos pasado por casi todos los estados de ánimo y en nuestra imaginación parece que no tiene fin esta situación que ha rebasado cualquier cálculo o expectativa. Nunca en nuestras planeaciones consideramos algo de esta magnitud.

Estando tan acostumbrados a vivir en el exterior y en el ritmo tan acelerado de la sociedad capitalista parecía que teníamos infinidad de opciones entre las cuales podíamos elegir para construir la vida ideal que soñáramos tener.

Ahora nuestras opciones se ven limitadas por el tema de preservar la salud e incluso la vida, y las prioridades han tenido que cambiar, llevándonos al alejamiento y el resguardo en nuestros hogares.

¿Cuánto realmente conocemos de las personas, incluso de aquellas con las que convivimos con mayor frecuencia? ¿Cuánto de eso poco que conocemos lo miramos a partir de quienes nosotros somos? ¿Con cuánta ligereza y severidad juzgamos a los demás?

Mirar lo que le sucede a los demás a partir de quienes nosotros somos nos puede llevar a conclusiones no sólo erradas sino al juicio severo que aleja a las personas cuando externamos nuestra “humilde opinión” de lo que “nosotros hubiéramos hecho en su lugar” o de lo que “debería haber hecho”.

Desde nuestros contextos, historia de vida, experiencias y recursos (internos y externos) nos puede parecer que los demás deberían hacer o no hacer ciertas cosas, sin embargo nosotros no somos ellos, ni lo que les sucede nos está pasando, la experiencia de estar vivos es tan única que sólo podemos intentar una aproximación a su vivencia si tenemos la humildad de un acercamiento respetuoso, para con mucho cuidado descubrir quién es el otro y qué le está sucediendo.

Dicen que los girasoles buscan el sol y cuando está nublado, y el sol no es visible, se buscan entre ellos. ¿Cuándo se nubla nuestro cielo a quién buscamos?

Hay momentos en los que uno se da cuenta de lo solo o acompañado que está y de lo necesario que es contar con una red de apoyo, incluso cuando a los integrantes de la red de apoyo también les esté dando una tunda la vida, se sabe uno apoyado, contenido. Y no es que uno necesite a los demás para resolver todo, hay cosas que uno tiene que hacer por sí mismo e incluso en soledad (que es muy distinto a estar desolado), sin embargo se siente uno más fuerte o valiente si se sabe acompañado.

Soñamos muchas cosas: tener una relación de pareja sana, una vida profesional interesante, el trabajo ideal, la casa increíble con todo aquello que nos gusta, una familia amorosa y nutricia, una cuenta bancaria que nos permita dormir tranquilos, un cuerpo no sólo funcional sino atractivo y un largo etcétera.

Pero ¿estamos disponibles para todo eso que soñamos? ¿Qué tan dispuestos estamos a trabajar para alcanzar nuestros sueños y hacer lo posible por realizarlos? Porque soñar no cuesta nada pero alcanzar los sueños ya es otra cosa y vivirlos es muy distinto.

“No es lo que nos pasa sino lo que hacemos con ello”, “A pesar de todo mantén una buena actitud y una sonrisa”, “Siempre hay que ser positivos ante los embates de la vida” ¿Cuántas veces no se nos han presentado estas frases o similares y dependiendo del momento en el que nos encontremos podemos simpatizar con ellas o pensar “está difícil, no saben por la que estoy pasando, ¿cómo quieren que tenga buena actitud?” o “¿qué hay de positivo en esto que me está sucediendo?”.

Mantener una buena actitud ante los sinsabores de la vida requiere práctica constante en elegir en qué enfocarse justo en el momento en que sientes que la fuerza, la paciencia y la razón se te va; cambiar de perspectiva en el instante mismo en que sientes que el bufón te está cargando sobre sus espaldas, y eso sólo puede hacerse si se vive en el aquí y el ahora, con la conciencia plena de lo que está pasando, quién estás siendo en ese momento, lo que estás sintiendo e incluso observando lo que puedes y no hacer en ese momento.

Los animales se preparan para el invierno o para la migración, conocen sus tiempos, preparan sus espacios e incluso sus cuerpos llegan a transformarse para sobrevivir al cambio. El hombre ante la fuerza de la naturaleza, como los terremotos, ha ido encontrando medidas de prevención que le permitan enfrentarse más o menos a la contingencia y sobrevivir. Pero ante una pandemia, ¿cómo podríamos habernos preparado?

Dicen los que saben que se requieren al menos 21 días para adquirir un nuevo hábito, de tres a seis meses para adaptarse a una nueva circunstancia y un proceso de duelo puede llevar al menos de seis meses a dos años. Días más, días menos, meses más o menos, el ser humano requiere tiempo para construirse, reconstruirse, para adaptarse.

¿Por qué entonces pensamos que las cosas deben resolverse de inmediato?

Con frecuencia algo que lleva tiempo nos desilusiona, nos desanima, y a menos que realmente seamos muy disciplinados o tengamos una voluntad férrea respecto a ese “algo” buscamos la opción más rápida. Odiamos esperar, ansiamos los resultados en fast track.

Hoy no puede ser así. La vida nos está poniendo un “estate quieto” monumental y mundial, y nos enfrenta a varios retos, entre ellos, a esperar sin mayores expectativas, a vivir en el aquí y el ahora.

En el pequeño mundo cotidiano y personal solemos fantasear con tener el control de las cosas, de las relaciones, de las metas y proyectos, creemos que vamos a donde queremos ir con sólo pensarlo, decidirlo y hacerlo. Hoy el mundo dice que no, que te quedes en casa.

Y ¿qué es lo que encontramos en casa? ¿Qué sucede cuando intentamos vivir dentro de ese espacio 24/7? ¿Cómo esperamos mientras el mundo nos dice que ya podemos continuar en lo que sea que estuviéramos haciendo antes de la pandemia?

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