Escrito por

Déborah Buiza G.

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Depresión Posparto

 
Todas visualizamos e idealizamos la maternidad como un día soleado con helados, sin nubes y alegres risas, veinticuatro siete; sin embargo no siempre lo es. En especial, los primeros meses, en los que tratamos de encontrarle el modo al recién llegado pueden ser más bien como subirse a la montaña rusa…y sin cinturón de seguridad.
 
Y es que hay cosas que nadie te cuenta, (y a veces aunque te las cuenten podrías creer que exageran) por ejemplo, que pudieras sentirte muy triste y sin ganas de cuidar a ese bebé que tanto esperas, o que las lágrimas se te escapan bajo cualquier circunstancia o, en el peor de los casos, que podrías tener unas ganas desesperadas de salir corriendo y no regresar.

Imagínate de vacaciones 15 días seguidos, en plan todo incluido, en un lugar lejano de la cotidianeidad, la rutina, las obligaciones, los deberes y las personas tóxicas. Tú, acostado en un camastro con un pie en la blanca y suave arena, tomando el sol, escuchando las olas de ese mar que en calma refleja a las aves que cruzan el cielo, mientras disfrutas de un libro con una historia increíble y te refrescas con tu bebida favorita.

Lamentablemente las condiciones actuales nos alejan de un sueño como este, las largas vacaciones y el tiempo de ocio han dejado de ser una pausa necesaria para mantener la salud y el equilibrio y se han convertido en un lujo difícil de acceder.

Pero ¿qué hacer? En realidad es indispensable cambiar el switch, hacer una pausa en el camino, tomar aire diferente y encontrarnos en el ocio, en actividades que nos gusten, en lugares que nos estimulen, en un cambio de rutina que nos permita regresar a nuestras actividades habituales con energía, buena actitud y disposición a seguir adelante con los proyectos personales y laborales.

Recuerdo que mi madre siempre decía que “las vacaciones no son para no hacer nada, sino para cambiar de actividad” y tengo muy presente a un amigo mío que siempre dice que “cualquier día es un buen día para estar de vacaciones”, así que te propongo que aunque tengas un par de días de vacaciones (o más si eres muy afortunado), aproveches al máximo ese tiempo, no esperes a tener todas las condiciones favorables para las vacaciones soñadas y disfruta cada momento, ¿cómo? Aquí algunas ideas:

Vivimos en el mundo del “multitasking”, de la inmediatez, de entre más rápido mejor, en el que es común escuchar la frase de “todo se puede”.

Con frecuencia vivimos tratando de conseguir todo al mismo tiempo y lamentablemente más veces de las que podemos aceptar sólo logramos hacer un poco de todo, terminando cansados, agotados, frustrados, malhumorados, quizá hasta enfermos.

En algún momento de cansancio o de enfermedad derivado del “tener que” realizar mil y un tareas para conseguir el “todo” o “mantener el todo” de alguna voz escucharemos “todo se puede” y sin asertividad ni autoconocimiento dejaremos de lado las señales que nos indican que algo nos está sucediendo en el transcurso de la loca carrera por el “todo”.

¿De dónde salió aquello de “todo se puede” sin claúsulas, advertencias, excepciones, consideraciones o recomendaciones?

El noviazgo es la relación exclusiva entre dos personas, con probabilidad de que termine en matrimonio. Hay muchos tipos de noviazgos, cada uno es distinto. Pero, ¿para qué sirve el noviazgo?

El noviazgo sirve para conocerse, uno mismo y al otro. Aspecto fundamental, ya que no se puede amar lo que no se conoce. Sirve como experiencia de aprendizaje al ensayar formas de comunicación y de expresión del amor. En el noviazgo se sientan precedentes de la relación matrimonial, por eso es importante establecer reglas claras, de respeto, de comunicación, de confianza, de principios y valores compartidos, pero sobre todo tener muy claro que constantemente nos enfrentaremos al conflicto.

El conflicto puede provenir de las expectativas, creencias o necesidades de cada persona involucrada en la pareja; el noviazgo permite aprender la manera de resolver estas diferencias, con éxito y en otras ocasiones de manera negativa. Lo importante es destacar que el conflicto es natural en las relaciones de pareja, hay que estar atentos para no caer en contradicciones con nosotros mismos con tal de resolver los problemas, hay que ver un foco rojo si en la relación observamos conductas nocivas.

Nueve de cada diez mujeres en la actualidad viven violencia en sus relaciones amorosas, heredada en gran parte del modelo de amor, sumisión y dolor de los patrones sociales dictados por una cultura machista, coincidieron especialistas que analizaron la violencia en el noviazgo durante un programa radiofónico reciente.

“Érase una vez, en un lugar muy pero muy lejano, una princesa que soñaba conocer a su príncipe azul, aquel que con sólo amarla le daría la dicha eterna. Y sucedió un día que estando en una fiesta de palacio conoció a un príncipe encantador. Enamorándose a primera vista se casaron al poco tiempo y sellando su unión con un beso de amor, vivieron felices para siempre.” ¿Le suena conocido el relato anterior? Desde muy pequeños hemos escuchado esta fantasía sobre el amor y el matrimonio, sin embargo la realidad nos ha mostrado que existe algo más allá del “vivieron felices para siempre”.

La violencia en el matrimonio ha sido el secreto a voces durante mucho tiempo y la causa de muerte de mujeres y niños bajo el argumento de “él es mi marido y me puede hacer lo que quiera” o “porque es un asunto que sólo compete a los involucrados”.

La violencia en el seno conyugal en ocasiones no se evidencia por heridas físicas, sino con actos sutiles difíciles de reconocer o percibir. El maltrato se puede manifestar de manera física, psicológica y/o sexual, y sus manifestaciones varían en frecuencia y severidad. Las agresiones dentro de la pareja disminuyen la autoestima y la imagen de la persona agredida, generan culpa e incapacidad de respuesta ante el agresor. Aquí es importante decir que el problema es de la pareja, no del victimario o de la víctima, no existen culpables, sino una dinámica de pareja establecida en un concepto equivocado del amor.

¿Cómo detectar si se encuentra en una relación violenta?

Imagine la escena: es tres de julio del 2006 por la noche, está usted sentado cómodamente viendo el televisor esperando conocer los últimos resultados de los comicios acaecidos del día anterior, se observa una mesa de análisis preparada por un medio con analistas que intentan desenmarañar el proceso electoral y en ese momento hacen una pausa para indicar los datos del último conteo, “el candidato del partido X va a la cabeza con tal porcentaje de votación…”. Usted se pone contento o triste dependiendo de por quién haya votado, apaga el televisor y se va a dormir. ¡Pero espere, no se vaya a dormir todavía! Antes de ello haga la siguiente reflexión.

Hay días en los que uno siente que la vida va cuesta arriba y que las metas o propósitos están bien para inicio de año pero no para un lunes cualquiera o para mediados de agosto. Y así andamos, en la rutina, en el día a día, sin aprovechar los momentos en los que podríamos hacer cosas excepcionales o sin invertir en los momentos que podrían acercarnos más a nuestros sueños, tal vez esperando una señal o algo que nos haga despertar o escuchar “es ahora”.

Frente al espejo, a veces por las mañanas mientras nos arreglamos o en la noche mientras tratamos de quitarnos de encima el día, hay cosas que preferimos no decirnos, a veces, preferimos hacer oídos sordos a la verdad que grita por dentro. Otras veces, mientras esperamos una cita, una consulta, un transporte que no llega, prestamos mucha o poca atención a esas voces interiores que dependiendo de diversos factores pueden ser dulces, consecuentes, exigentes, demandantes, tiranas o descalificadoras.

El mundo laboral presenta grandes retos, absorbe buena parte de nuestro tiempo y energías, invertimos recursos para dotarnos de conocimientos y desarrollar habilidades que nos permitan estar cerca del “éxito” laboral o profesional y tratamos de mantener un CV actualizado. Sin embargo, en este proceso de crecimiento profesional o laboral podemos pasar por alto la actualización de nuestro interior, dejando de lado, el fortalecer a quien estará con nosotros toda la vida: nosotros mismos.

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