Categoría

Desarrollo Humano

Categoría

Se dice que si quieres saber porque el otro es como es, habría que caminar unos kilómetros en sus zapatos, y si bien la frase nos remite a la importancia de valorar a los demás y ser empáticos, comprensivos y respetuosos, mientras corría por las hermosas calles de Querétaro me pregunté si sería posible que alguien pudiera correr en mis tenis.

He de confesar que me gusta correr y ver correr. Al paso de los kilómetros y las distancias he encontrado que cada corredor (a) es distinto (a). Aunque la ruta propuesta sea la misma todos tienen algo tan diferente, puede ser el motivo para estar ahí, la meta propuesta, el entrenamiento previo, lo que hay en su mente y en su corazón que los (las) hace correr. Y digo corredores (as) por poner un ejemplo, pero igual aplica para cualquier profesión, oficio, afición o deporte (a pesar de los clichés y los estereotipos).

Cada uno es distinto y con una misión distinta -incluso el camino se encuentra diferente porque para cada uno tiene distintos significados- por lo que nadie puede caminar ni correr los kilómetros que te estén destinados, o los que quieras o debas hacer. Podrán acompañarte en el trayecto, ser tu porra en los momentos en los que sientas que tus piernas ya no dan más o que te falta el aliento, podrán estarte esperando en la meta para festejar, pero no pueden correr por ti (ni aún con tus tenis preferidos, ni con las mejores intenciones).

Hace algunos años iba cruzando la calle cuando un automovilista, estando aún el semáforo en rojo, quiso avanzar y dar vuelta a la derecha, casi me atropella de no haber sido porque reaccione rápidamente golpeando el cofre, cuando me acerque a preguntarle qué le pasaba, qué si no me había visto, me contestó que iba en otra cosa, ¿en otra cosa? ¿Qué no venía manejando? Al parecer no, el venía discutiendo con la chica que lo acompañaba.

A veces en la vida nos pasa así, en apariencia estamos haciendo algo cuando en realidad nuestra mente, nuestro corazón y nuestro espíritu se encuentran en lugares totalmente diferentes (ni hablar de las incongruencias en las que luego vivimos al pensar, sentir, decir y hacer totalmente cosas contrarias entre sí, pero ese es otro tema) y luego nos preguntamos por qué andamos tan cansados, sin energía, sin sueños, sin ganas. Sin duda, no estar en el presente y en lo que estamos haciendo implica un desgaste impresionante, sin embargo no nos damos cuenta hasta que sucede algo o el cuerpo lo reclama.

Imagínate que eres un personaje de ficción en una película de acción y tienes una misión, para cumplirla exitosamente necesitas a un equipo (si, eres un superhéroe pero hasta ellos necesitan ayuda y no pueden hacerlo todo solos), ¿a quién llamarías para formar parte de él?

En la vida, a veces sin buscarlo o sin estar realmente conscientes de ello, vamos formando una suerte de equipo que nos va acompañando en distintas misiones personales, profesionales o laborales. Sin embargo, en muchas ocasiones y también a veces sin darnos cuenta, lejos de rodearnos de gente que nos aporte nos relacionamos con personas que nos restan energía, recursos, motivación y que nos influyen de manera negativa.

¿Quiénes son estas personas? ¿Cuál es su propósito? ¿Cómo identificarlas?

Recientemente alguien con quien conversaba me ha dicho que pareciera que la vida la veo detrás de unos lentes de color rosa, así todo resulta “maravilloso” e “increíble” a pesar de los eventos desafortunados que me han tocado vivir. Su comentario me recordó a un gran amigo que hace muchos años me dijo “es que tú a todo le encuentras lo bueno o lo bonito”, entonces me puse a reflexionar sobre la manera en la que miramos lo que nos sucede.

Cuando nacemos, miramos con ojos limpios, curiosos, con la inocencia de nuestra mente y de nuestro corazón, todo se ve transparente, luminoso; pero poco a poco, conforme crecemos vamos encontrando “lentes” a través de los cuales observamos la realidad y lo que nos sucede. El color de las gafas con que “miramos” estará determinada principalmente por las creencias que tenemos (y que vamos construyendo en relación con los otros y con la experiencia) pero, ¿podemos decidir que gafas utilizar?

Es real, ¡por fin se acabó 2012! Un año que para muchos, representó retos y aprendizajes profundos derivados de procesos complicados y complejos. ¡Por fin se acabaron las fiestas decembrinas! Y ahora sí, lejos del entusiasmo desmedido provocado por los festejos, las luces, los brindis y las vacaciones, valdría la pena sentarnos a conversar con nosotros mismos y revisar los propósitos o proyectos para éste 2013.

Algunos expertos en planeación recomendarían hacer el planteamiento de propósitos, proyectos, metas y objetivos en junio-julio para el año entrante (como quien dice, ya vamos tarde) con la intención de poder considerar los recursos necesarios y los factores involucrados para el éxito de los mismos con tiempo, sin embargo, el hecho de que sea un “nuevo año” se nos antoja a “nuevo principio” motivándonos a querer hacer nuevas cosas aprovechando la coyuntura y los buenos deseos de todos aquellos que nos envían mucha luz, armonía, buena vibra, etc., etc., etc.

En este “nuevo comienzo” es posible que te encuentres con los propósitos “clásicos” (bajar de peso, dejar de fumar, ahorrar, hacer la tesis, cambiar de trabajo, estar más con la familia, etc.); aquellos que año tras año anotas y que nunca cumples porque siempre hay algo “más importante” o “urgente” o porque “se te fue el tiempo”; y también están los que no cumpliste el año pasado y que consideras ahora sí realizarlos porque son una “buena idea” (o al menos todo mundo lo dice), pero un poco aparte de todos ellos te propongo las siguientes preguntas:

A veces “amamos” tanto a nuestros defectos y errores, nos “encariñamos” con aquello que no nos ha permitido avanzar y nos ha limitado, que nos negamos a trabajar en ellos y en dejarlos ir, hacerlo representaría salir de nuestra área de confort en el que “sabemos”quienes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Defendemos a capa y espada a quien creemos que somos bajo el argumento de la “auto aceptación” y nos amparamos con el típico “así como soy me amo y soy maravilloso, por lo tanto, no tengo que cambiar”.

Parte de tener una alta autoestima es el conocernos y aceptarnos como somos, pero si nos descuidamos un poco podemos caer en la “autocomplacencia” o en “amarnos” tanto, así como suponemos que somos, que no nos inquiete ni siquiera un poco el querer ser una mejor versión de nosotros mismos y hacer algo para acercarnos a ello. Creer que así como somos es lo único que seremos y creer firmemente que sabemos lo que hacemos y hacia dónde vamos es condenarnos a la inmovilidad y a la pasividad.

Yo te preguntaría: ¿Crees que así como eres hoy, así totalmente, y únicamente, así eres? ¿Así como eres ahora, te gustaría ser toda la vida? ¿No hay algo que te gustaría ser además de lo que ahora eres? ¿La vida que ahora tienes será lo único? ¿”Esto” (por decirlo de alguna forma) que hoy eres, eso será todo de ti? ¿Esto es todo?

En un día soleado amaneces con excelente actitud y te dices a ti mismo “hoy vamos a decir que SI a todo” (ya en otra columna hemos hablado sobre el asunto) pero ¡ALTO! Respira profundo y reflexionemos un poco sobre el tema.

Transitar por la vida requiere tomar decisiones, decir sí a la vida y a lo que nos hace crecer pero de igual forma saber decir NO. Decir SI y aprender a decir NO y asumir los efectos de ambas expresiones determinará nuestras experiencias e irá develando el camino a recorrer.

Gran poder tiene un SÍ o un NO, tal vez a muchos no nos enseñaron a utilizarlas a nuestro favor (incluso podemos sentir miedo de usarlas), sin embargo nunca es tarde para empezar a practicarlas. ¿Pero a qué decir NO?

Respecto al “cambio” se ha teorizado bastante y de manera cotidiana escuchamos un sinfín de frases motivadoras que lo promueven al considerarlo como algo deseable, positivo y generador de transformaciones (incluso yo misma he dicho esas cosas).

Sin embargo, me parece importante plantear esa parte del proceso en la que ni sentimos que sea deseable, en la que aparece la ansiedad, la angustia, el estrés e incluso la tristeza, ese momento en el que las cosas nos salen mal, ese día en el que explotas y dices:

“¿Por qué a mí?  Si así como estaba, estaba bien”, y es que todo cambio lleva tiempo para adaptarnos y lograr estabilizarnos de nuevo y obtener las ganancias de él.

Cuando uno enferma lo mejor es ir al especialista y seguir las instrucciones para recuperar la salud, pero cuando uno anda relativamente “sano” (ya se sabe aquello de “no hay corazón desocupado”) y la vida transcurre en el ritmo de lo cotidiano es importante darnos tiempo para procurarnos bienestar y alimentar nuestro corazón, nuestra mente y nuestro espíritu, así, si llegan tiempos complicados nos encontrarán fortalecidos.

¿Te has dado cuenta que para celebrar a alguien muy querido organizamos un sinfín de actividades para agasajarlo y podemos pasar días y días buscando el mejor regalo? Y tratándose de ti:

¿Cómo celebras que estás vivo? ¿Qué tipo de regalos te das? ¿Cómo te consientes? ¿Cómo te procuras bienestar? ¿Cómo recargas las pilas después de un día ajetreado o de una semana intensa?

Me encontraba en un restaurant del aeropuerto esperando la hora en que saldría mi vuelo cuando vi entrando al lugar a una persona que yo conocía por un incidente, penoso y desafortunado, en el que dio muestra de intolerancia, soberbia, prepotencia y enojo en una circunstancia en realidad intrascendente, pero que dejó un mal sabor de boca en quienes vivimos ese episodio.

Ahora que nos volvíamos a encontrar ella no me reconoció y yo agradecí su mala memoria.

De una de las mesas contiguas al verla entrar, con cara de desaprobación, comentaron el desagradable incidente y el mal momento que esa persona le había hecho pasar a un muchacho que por ser prestador de servicios se cruzó en su camino, al parecer, es de esas personas que a su paso va dejando malestar e incomodidad.

Fue entonces cuando me puse a reflexionar en el impacto que tienen nuestros actos y nuestra forma de ser en las personas que pasan por nuestra vida, a veces afortunadamente y otras no tanto.

Pin It