Se dice que si quieres saber porque el otro es como es, habría que caminar unos kilómetros en sus zapatos, y si bien la frase nos remite a la importancia de valorar a los demás y ser empáticos, comprensivos y respetuosos, mientras corría por las hermosas calles de Querétaro me pregunté si sería posible que alguien pudiera correr en mis tenis.
He de confesar que me gusta correr y ver correr. Al paso de los kilómetros y las distancias he encontrado que cada corredor (a) es distinto (a). Aunque la ruta propuesta sea la misma todos tienen algo tan diferente, puede ser el motivo para estar ahí, la meta propuesta, el entrenamiento previo, lo que hay en su mente y en su corazón que los (las) hace correr. Y digo corredores (as) por poner un ejemplo, pero igual aplica para cualquier profesión, oficio, afición o deporte (a pesar de los clichés y los estereotipos).
Cada uno es distinto y con una misión distinta -incluso el camino se encuentra diferente porque para cada uno tiene distintos significados- por lo que nadie puede caminar ni correr los kilómetros que te estén destinados, o los que quieras o debas hacer. Podrán acompañarte en el trayecto, ser tu porra en los momentos en los que sientas que tus piernas ya no dan más o que te falta el aliento, podrán estarte esperando en la meta para festejar, pero no pueden correr por ti (ni aún con tus tenis preferidos, ni con las mejores intenciones).