Categoría

Desarrollo Humano

Categoría

Aprendemos a hablar. Hablamos primero como lo hacen en nuestra casa, en nuestra familia, con el tiempo vamos incorporando palabras, frases, expresiones que son comunes a los medios en los que nos desarrollamos.

Con la experiencia vamos aprendiendo lo que está “bien” decir y lo que no,aprendemos incluso a contar mentiras para no decir algunas verdades incómodas, aprendemos a utilizar la ironía, el chiste, el doble sentido, la metáfora, etc. A veces, enriquecemos nuestro hablar y otras, vamos empobreciéndolo.

Gran poder tienen nuestras palabras y no siempre nos damos cuenta de ello, a veces lo olvidamos o no lo ponderamos en su justo valor, basta recordar un “te amo” o un “ya no te amo” de la persona amada para reconocer el impacto que pueden tener las palabras en el estado anímico de las personas (lo mismo sucede en quien desesperadamente busca empleo y recibe un “nosotros le llamamos”).

En un día cualquiera o en un día especial, en buen momento o mal momento ¡Zaz!…

El comentario desafortunado, ese que proviene de personas especiales o de cualquiera, que con tan buen tino aciertan a tocar aquellos puntos que son importantes para ti, aquello que te es vital, o en lo que no has reparado, no has querido fijarte, en heridas aún abiertas o en temas sin resolver.

A veces sin previo aviso, otras acompañados de un “perdona que te lo diga, pero te lo tengo que decir…” o “con todo respeto… “ nos quitan la sonrisa del rostro, nos dejan un mal sabor de boca, nos hacen pasar un mal momento y desear que la tierra nos trague y a veces (si lo permitimos) puede arruinarnos todo el día o marcarnos para siempre y determinar nuestras decisiones futuras. No por nada se dice que las palabras tienen poder, para construir o destruir.

Típico, está por comenzar un nuevo año y empezamos a fantasear con dejar atrás todo lo que no nos ha gustado.

Terminar de una vez y para siempre aquello que consideramos no nos deja nada bueno e incluso nos imaginamos siendo otros, haciendo otras cosas y viviendo de otra forma.

Si eres de aquellos que gustan de los rituales seguro dedicaste cada uva a algún deseo o propósito (o todas las uvas a uno para que este año sí se cumpla), hiciste una lista y tal vez anotaste en un papel aquello de 2013 que salió feo y lo quemaste. O tal vez, eres de aquellos que cansados del auto incumplimiento de año con año decidieron dejar de lado los “propósitos de año nuevo”.

¿Por qué nos hacemos propósitos a inicio de año y poco a poco vamos dando prioridad a otros temas que no estaban en la lista? ¿Por qué nos quedamos mal? Tal vez nos gustan los inicios, la hoja en blanco, los zapatos nuevos, la adrenalina del arranque, pero se nos olvida que no sólo hay que comenzar sino continuar, escribir, caminar, perseverar y hacer todo lo posible por llegar al lugar que nos hemos propuesto, pero ¿y si no te propones nada?

Valdría la pena reflexionar algunos aspectos antes de decidir no hacer “propósitos de año nuevo”.

Casi termina el primer mes del año y antes de que nos encontremos envueltos en el tema del Día de los enamorados, y nos olvidemos de los propósitos de Año Nuevo (si es que los hiciste) demos un vistazo a lo que llevamos realizado hasta el momento.

Te propusiste este año conseguir un peso saludable, sin embargo, aún no has hecho cita con el especialista; continúas tomando refrescos y seleccionando del menú comida poco saludable, con un alto porcentaje de grasas y calorías; y aunque el despertador suena una hora más temprano sigues sin pararte a correr o ir al gimnasio.

Te propusiste ser feliz y continúas boicoteándote con el nefasto diálogo interno que te hace sentir cada vez peor; sigues rodeándote de personas, relaciones y contenidos tóxicos; sigues sin hacer terapia y continúas alimentando el rencor y la envidia.

Te propusiste conseguir libertad financiera y sigues comprando cosas que no necesitas realmente; no has hecho un plan para pagar las tarjetas de crédito o para ahorrar un poco (ni siquiera tienes alcancía); y no has empezado a buscar en serio un trabajo que te nutra profesionalmente y personalmente.

¿Por qué no has empezado? ¿Estas esperando a tener “ganas” para hacerlo?

Los amigos y las parejas no se dan en los árboles. Son relaciones que tienen un inicio (y un desarrollo) favorecido por las circunstancias, las actividades, la comunicación, el tiempo y los intereses compartidos.

Son vulnerables a las actitudes tóxicas, la deshonestidad, la falta de respeto, el desinterés, los defectos en la comunicación y el egoísmo.

Hay toda clase de amigos y de parejas. ¿Tú qué tipo de amigos tienes? ¿Qué tipo de pareja tienes? O tal vez la pregunta si no tienes amigos o pareja es, ¿qué tipo de amigos te gustaría tener?, ¿qué tipo de pareja quieres?

Ahora y llevando un poco más lejos la reflexión, ¿cómo eres como amigo?, ¿cómo eres como pareja? Si somos realistas, tenemos las amistades y los amores que hemos fomentado, procurado, trabajado, que hemos escogido y aceptado. Entonces, observa tu vida amorosa, ¿es lo que quieres? ¿te gusta?

Es inevitable, las experiencias vividas nos cambian los lentes con los que miramos el mundo. Con cada experiencia se pueden abrir ante nosotros nuevos caminos y es posible plantearse nuevas preguntas que modifiquen nuestro ahora y nuestro futuro. La llegada de mi hijo trajo para mi unos nuevos lentes y nuevas preguntas.

Ahora, observando a las personas de repente me encuentro imaginándolas cómo niños o niñas pequeños, me pregunto cómo habrán sido de bebés, cómo habrá sido su infancia y sus padres.

Me pregunto, por ejemplo, ¿qué habrá aprendido de esos primeros años una persona involucrada en relaciones personales tóxicas o complicadas, o una persona que violenta los derechos de otros, cuyos valores, acciones y actitudes no promueven el crecimiento de quienes le rodean e intoxican el medio ambiente donde se desempeñan?

Si bien infancia no es destino, no se puede negar el profundo impacto de los primeros años y de nuestros primeros cuidadores; es como si al nacer nos hubieran dado nuestro pedacito de tierra, nuestro gran proyecto personal, pero como no podíamos hacernos cargo en principio, fueron necesarios unos primeros jardineros que con sus recursos y las semillas que tenían cuidaron de ella hasta que pudiéramos hacernos cargo.

¿Te has preguntado qué cosas sembraron en ti? ¿Qué semillas crecieron y te han impulsado hacia adelante, a seguir tus sueños, a ser una mejor versión de ti mismo? ¿Qué semillas han sido fuente de sufrimiento? ¿Te has dado cuenta que seguramente aparecieron por ahí plantas que no sirven de nada, de esas que afean el paisaje y consumen energía y recursos, y que hay que limpiar el jardín de ellas?

Es natural, el hombre ante lo que vive analiza e interpreta, no le gusta encontrarse en el terreno de lo desconocido y rápidamente encuentra argumentos para lo que le sucede, para describir quienes son los demás, para entender su mundo y para definirse.

Tal vez, porque no nos gusta vivir en la indefinición o en la eterna pregunta de ¿quién soy?, buscamos explicaciones sobre quiénes somos, y a veces creemos encontrarlas fuera de nosotros, puede ser en alguna teoría o campo de conocimiento que pretenda describir nuestra realidad y nuestra persona, o en las opiniones de los más cercanos y amados.

Resulta muy tentador, e incluso cómodo, aceptar la opinión de los demás y las descripciones que sobre nosotros provienen del exterior, de principio puede ser más fácil aceptar que nos digan quienes somos, de ahí quizá el éxito de ciertos “test”, de la inquietud por los resultados de la aplicación de pruebas psicológicas (útiles en ciertos contextos y en manos calificadas) y el gusto culposo por las cartas astrales y otros “métodos” de adivinación o predicción, etc.

Si bien el exterior es una fuente de información que puede brindarnos referentes y líneas que nos permitan explicarnos y describirnos, no hay que perder de vista que pueden ser insuficientes, inexactas y parciales para saber quiénes somos y lo que podemos lograr.

Valdría la pena parar un momento y preguntarnos ¿por qué es el otro quien tendría que definirnos y no nosotros mismos?, ¿por qué aceptamos las definiciones del exterior? ¿y nuestra definición?

Hay momentos en el día en el que se extraña la compañía de aquellos que ya no están. Los domingos por la tarde, al despertar, cuando haces el súper o preparas comida para una persona, en los eventos importantes y trascendentes, en las fechas significativas que eran compartidas, en las actividades cotidianas y simples, la realidad te golpea y te das cuenta que donde eran dos, ya sólo hay uno.

Hay otros momentos en los que se extraña al que no ha llegado. Cuando miras a tu alrededor y parece que todo mundo está felizmente en pareja, los miras besándose apasionadamente en la calle y caminando tomados de la mano, los miras en los eventos sociales, en los “muros” de tus amistades, parece que la felicidad está en hacer pareja y familia, la realidad te golpea y te das cuenta que sólo eres uno.

A ratos no sientes la soledad y te entretienes bien entre el trabajo y las ocupaciones diarias (hay quien se incluye en mil actividades para no sentirla), sin embargo hay un punto en el que te das cuenta que las cosas no son cómo a ti te gustaría, que preferirías que esa persona estuviera contigo, que desearías estar un poco más acompañado y entonces se puede empezar a filtrar la tristeza, el desánimo, la sensación de desamparo, etc.

¿Qué hacer? No hay recetas, ni mejores, ni únicas formas, pero de principio te propongo trabajar en lo siguiente:

Algunas cosas necesitan ser llevadas a servicio después de cierto tiempo de uso, los manuales o instructivos lo mencionan.

En el caso de los autos después de cierto kilometraje uno tiene que llevarlos a revisión y ajustes que permitirán que el auto siga funcionando de manera correcta y que no nos deje tirados en el momento más inoportuno.

Pero nosotros no somos cosas, ni traemos manual o instructivo de uso.

Y entonces andamos mal dormidos, mal vestidos, mal comidos, mal ejercitados, con dolores físicos un día sí y otro también, con temas por resolver que van dejando su efecto en el camino de nuestros días y de nuestras relaciones.

Vamos al médico, tratamos de seguir un tratamiento, cambiamos de alimentación y modificamos hábitos porque las circunstancias nos obligan a ello, cuando de no hacerlo las consecuencias serían muy lamentables. ¿Por qué esperar hasta ese momento?

Lejos de las exigencias culturales, sociales y materiales, tal vez en el fondo, la única exigencia para el hombre es que sea la mejor versión de sí mismo y ser feliz.

¿Qué es lo que hacemos diariamente para crecer y cuidarnos? ¿Cómo procuramos nuestra felicidad? ¿Qué tanto mantenimiento nos damos para no dejarnos tirados en el momento más inoportuno?

Hablar sobre la amistad en un mes como febrero puede ser un tanto riesgoso, ese halo carmín dulzón que enrarece el ambiente y promueve el consumismo de altas cantidades de azúcar y objetos para demostrar afecto puede quitar potencia a lo que se diga sobre el amor y la amistad, pero hoy corramos el riesgo, hablemos sobre un tema casi tabú, la amistad entre mujeres.

Por principio habría que decir que una amiga no nace, se hace. Es una relación que requiere mucho trabajo y mucho de una misma, quizá de ahí su complejidad, se teje en lo cotidiano y se fortalece en los momentos extraordinarios. Pese a todo lo que pueda decirse en contra, las mujeres podemos ser grandes amigas.

Sólo una amiga puede estar ahí: En los tiempos en los que todo parece venirse abajo y después, en la reconstrucción… y por supuesto en todas las mudanzas. Cuando aparecen dos rayas en la prueba de embarazo y las hormonas te enloquecen en el proceso.

Tomando tú mano y mirándote a los ojos mientras intentas levantarte de la cama después de la cesárea. Cuando tu pie pone el grito en el cielo y acabas en urgencias sin forma de comunicarte y ella no sólo sale en tu auxilio sino que te encuentra justo en dónde estás.

Escuchando una y otra vez esos viejos (y nuevos) dramas amorosos y enredos teórico-existenciales cuando fuiste adolescente, cuando tuviste 20, 30, 40 … cuando te querías casar, cuando te querías divorciar, cuando quisiste ser madre, cuando quisiste renunciar …

Dándote el consejo, el remedio, la receta que no sólo te saca del apuro sino que te hace brillar. A un mensaje o una llamada de distancia con la palabra oportuna a la inquietud del momento, con la respuesta clave a tus oraciones.

Acompañando el aprendizaje en un aula o en las aventuras en la oficina. Corriendo a pesar de no ser lo suyo. Creyendo en ti como ser humano, esperando siempre lo mejor aunque conociera (y viviera) tú peor parte. Callando sus opiniones y prejuicios por no herirte y haciendo intervenciones oportunas cuando era necesario. Viendo por ti cuando ni tú podías verte…

Sí, ahí están y es importante reconocer que las cosas hubieran sido muy distintas de no haber contado con su presencia.

Tal vez hubo momentos duros, impactantes, dolorosos o intensos pero su sola presencia hizo una gran diferencia… La gran diferencia entre encontrarse desolado y andar acompañado por esta experiencia llamada vida.

He de confesar algo, yo he sido muy afortunada porque ella siempre ha estado ahí, incluso cuando las cosas se pusieron muy feas constantemente me repetía “el mundo no se cae, aunque parezca” y yo le quería creer, y a pesar de mi incredulidad ella se mantuvo cerca de mí, fue mi fuerza cuando se me acabo el combustible, el hombro en el que llore mis pérdidas, espejo claro y transparente en el que a través de los años he podido mirarme para seguir creciendo.

Habría también que decir que la amistad entre mujeres no florece si se abona con envidia, soberbia y falta de empatía producto de un corazón con autoestima baja o intoxicado por prejuicios y un ego engrandecido; se marchita si antes de la escucha abierta y amorosa se dejan al descuido palabras y acciones disfrazadas de torpeza o falsa franqueza.

El corazón de una mujer es fuerte pero vulnerable ante la incomprensión y la traición, sobre todo si proviene de a quien se ha considerado amiga.

Encontrar a una amiga no es fácil, serlo tampoco, requiere cuidado de la relación, compromiso, apertura y la capacidad de mirar en la otra lo bueno, lo malo, lo feo, lo ingenioso, lo divertido, lo divino y lo ausente, y aún con eso amarla incondicionalmente.

Las amigas son una gran influencia en tu vida, por ello es importante rodearse de mujeres que te puedan aportar positivamente en algún aspecto, que te fortalezcan en tus debilidades y expandan tus horizontes, mujeres sanas, guerreras, poderosas y generosas.

La relación de amistad entre mujeres es un vínculo que no tiene similar y de ahí su trascendencia e importancia, resulta un factor de protección ante la adversidad y genera crecimiento a través del acompañamiento en las distintas etapas de la vida. Tener la fortuna de contar con una amiga, o ser amiga, es una vía constante que nutre el corazón de ida y vuelta.

¡Gracias amiga por estar en mi vida!

Por Déborah Buiza G.

Publicada el 10 de febrero, 2015 • 12:00 en

http://laprimeraplana.com.mx/2015/02/10/el-mundo-no-se-cae-aunque-parezca-una-amiga-que-sostiene-tu-mano/

Pin It