Cuando llegamos al mundo nuestras piernas no son capaces de sostenernos, es necesario que alguien nos lleve en brazos; con el transcurrir de los meses vamos ganando fuerza, habilidad y logramos sostenernos en nuestros pies y, ganando práctica, logramos caminar, trepar, correr y brincar. No caminamos de un día a otro.
En el andar de nuestra vida ¿qué tanto valoramos nuestros pequeños pasos cotidianos? Y es que con frecuencia nos desanimamos por no ver los resultados fantásticos de inmediato y con facilidad menospreciamos las “pequeñas” cosas que hacemos en el cotidiano.
Cabe aclarar que no llamo a la mediocridad de contentarnos con hacer lo mínimo, de esforzarnos poco o no hacer ningún sacrificio, sino el valorar cada paso que damos en el camino por ser lo que soñamos ser, de darte cuenta de las cosas que haces por ir hacia adelante (aún cuando creas que es poco o nada) y valorarlas en su justa dimensión, saber que lo que haces cuenta… y mucho.